domingo, 8 de febrero de 2009

Durante nueve meses del año juego a ser la alumna ejemplar, a ser grande en cuerpo de adolescente, a pensar desde la cabeza de un adulto, a ser una persona casera, de pocas salidas, de pocos compromisos; casi antisocial. Y durante mis tres meses de vacaciones quiero jugar a ser una chica despreocupada, sin relojes ni horarios castradores, con una agenda repleta de planes divertidos y sin reproches que oír. Pero no me dejan, me privan de eso, me quitan la posibilidad de volar, de ser, de olvidar, de divertirme, no me permiten ser adolescente, cuando eso es lo que soy en verdad y lo que debería ser durante todo el año.Entender a un adulto sin tener las responsabilidades que ellos tienen, es un tanto complicado, y más aún cuando uno se esfuerza por ser un adolescente más, por pensar más a menudo como un ser de quince años y dejar guardadita por un tiempo a la niña madura que la vida supo crear.Muchas veces me sentí orgullosa de mi forma de ser, de poder pensar más con la cabeza que con las hormonas o la euforia típica de la gente joven, pero ahora que estoy de vacaciones, que (creía) puedo dejar las responsabilidades dentro de la mochila con los útiles escolares, quiero pensar y actuar como una pendeja, pero sin siquiera rozar la idiotez que a muchos adolescentes suele apoderarlos; y me da bronca que me fuercen a ser una adulta y tener que gastar energías en otra cosa que no sea divertirme…PORQUE YO ME GANÉ ESTAS VACACIONES, ESTOS TRES MESES DE OCIO, me los gané cumpliendo con mis obligaciones al pie de la letra, siendo una buena alumna, una hija obediente, una amiga gamba, una compañera casi siempre dispuesta a darle una mano a aquellos compañeros despistados, ¿Y por qué los planes ajenos tienen que privarme de lo que me gané? No es justo, no señor.

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